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Noticias de productores/as, grupos de consumos, productos y sobre consumos responsable

Viajes Solidarios 2015 SODEPAZ
Viajes Solidarios 2015 SODEPAZ
domingo 26 de abril de 2015

Los viajes que proponemos están pensados para conocer a fondo un entorno, la gente que vive en él, su cotidianeidad Pensamos que sólo conociendo a otros pueblos en su habitat seremos capaces de ponernos en su lugar

Programa e inscripciones

Bibliotecas de la Comunidad de Madrid bloquean web grupoagrupo.net
Bibliotecas de la Comunidad de Madrid bloquean web grupoagrupo.net
jueves 23 de abril de 2015

Las bibliotecas públicas de la Comunidad de Madrid impiden el acceso a nuestra web  grupoagrupo.net  y a otras semejantes,  especializadas en poner en relación consumidores/as, grupos de consumo y productores/as

¿Que le falta a mi cesta semanal?
¿Que le falta a mi cesta semanal?
jueves 3 de julio de 2014

Las Cooperativas y Grupos de Consumo, desde hace algunos unos años a esta parte se han multiplicado por toda la geografía del Estado, miles de iniciativas surgidas en pueblos y ciudades; fueron creando nuevas formas de relacionarse entre los pequeños productores locales y las unidades familiares o socias de los GC.

“Vuelvo a saborear el tomate de mi infancia que cultivaba mi abuelo en su huerto”. “consumo hortalizas y productos frescos de cultivo ecológico directo de la huerta a mi casa”. “Ahora no baso mi compra semanal solo en las grandes superficies”.

Estas frases que escuchamos a menudo surgen como la expresión de cambios importantes que cuestionan el modelo productivo actual e intentan substituirlo por uno más eficiente, que ofrezca  alimentos de mejor calidad, a la vez que condiciones dignas para las personas que viven de la tierra.

Este pensamiento es perfectamente aplicable a los productos de Comercio Justo que no son elaborados en el ámbito local como puede se el azúcar orgánica de caña, el café, etc.

Es por ello que SODePAZ en su actividad de Comercio Justo pone al alcance la iniciativa de ir incorporando en las cestas estos productos que darán una mayor variedad a la misma, dotándola de un complemento alimentario solidario y de calidad.

No vamos a tragar: soberanía alimentaria, una alternativa frente a la agroindustria
No vamos a tragar: soberanía alimentaria, una alternativa frente a la agroindustria
martes 1 de julio de 2014

Muertes globales

Frente a la pantalla del ordenador, mientras toma su primer café, estudia los índices bursátiles. Las deudas soberanas europeas son poco fiables, la bolsa sigue en caída libre y el petróleo es demasia­do inestable, ha habido hallazgos inesperados. ¿Dónde invertir? Las curvas de los granos básicos están, a su gusto, demasiado planas.

Toma el teléfono y en segundos las agencias de prensa ofrecen nuevos titulares: graves sequías en países asiáticos; un informe de una agencia internacional alerta de un próximo déficit de alimen­tos en un planeta de siete mil millones de personas; se constata un importante aumento del consumo de carne; en Europa se estudia incrementar el uso de agrocombustibles...

Se anuda la corbata para salir del despacho a pocas calles de la central de la Bolsa de Chicago, y de reojo vuelve a mirar la panta­lla. Sonríe, la curva de los precios del grano apunta ya claramente hacia arriba.

La misma gráfica está ya en los ordenadores de todo el plane­ta. Se disparan las operaciones (y las operaciones conllevan dispa­ros). Fondos de inversión de Goldman Sachs compran tierras agrícolas en Indonesia, Camboya y Uruguay; Cargill y ADM deci­den retener grano en sus almacenes, pues en breve su precio se doblará, y en Argentina los terratenientes como José Ciccioli quieren agrandar sus propiedades donde cultivar soja... y dan ins­trucciones.

Ya es la hora de comer, toda la familia está en su rancho de San­tiago del Estero (Argentina). Cristian Ferreyra, el 16 de noviembre de 2011, ha invitado a tres compañeros del movimiento campesino que les aglutina (MOCASE-Vía Campesina). Les preocupa el avan­ce de los inmensos monocultivos de soja que a tantos campesinos y campesinas de la zona están expulsando violentamente de sus tie­rras; y cuestionan el papel del gobernador Zamora y del poder judi­cial que todo lo permite.

Sin darles tiempo a reaccionar, dos sicarios al servicio de los em­presarios sojeros derrumban la puerta e increpan a Cristian: «¿Quién te crees que sos?». Cristian no duda: «Somos los dueños de esta tie­rra, aquí vivimos, ¿ustedes quiénes se creen?».

Dos balas globalizadas, dos disparos capitalistas, acaban con los veinticuatro años de Cristian.

Algunos diarios lo desmienten, pero la especulación lo mató.

Disparando a matar

Cada dos años, más o menos, nos sacude una crisis alimentaria por la fuerte subida del precio de los cereales. Leyendo la informa­ción que se publica es fácil pensar que serán muchas las toneladas que dejarán de producirse para que el precio promedio de los ce­reales, en poco menos de un mes, se haya incrementado más de un 25%. Que tendremos muchos mercados desabastecidos. Pero no, para nada, aun teniendo en cuenta que hablamos de previsiones, el factor que dicen que provoca el aumento de los precios es un descenso total de 23 millones de toneladas de cereales, que situa­rán la cosecha final en 2.396 millones de toneladas. Es decir, un 1 % menos para lo que será una nueva cosecha récord a escala mundial.

Pero, en efecto, un pequeño traspié en las previsiones nos lleva al vendaval de la subida del precio de los alimentos, porque dicho precio se decide en las bolsas de la especulación. Ahí es donde con esmero se tejen falsos argumentos para generar la escalada de pre­cios.

De nada nos sirve la supuesta gran capacidad de producción de alimentos del sistema agroindustrial si, como hemos visto, de los más de dos millones de cereales sólo la mitad se empleará directa­mente para el consumo humano. La otra mitad se dedica, aproxi­madamente, en un 70% a la alimentación de la ganadería intensi­va y el otro 30 % a la alimentación de los motores que funcionan con agrocombustibles. Sin políticas regulatorias y sin la participa­ción de las comunidades en las decisiones agrarias, las empresas que controlan la comercialización del grano sólo miran dónde en­contrar más beneficios.

Tendremos los mercados con grano más que suficiente para la alimentación de la población, pero a un precio disparando a matar.

Goldman Sachs, el negocio de hambrear

Goldman Sachs y sus fondos de inversiones están hasta en la sopa. Literalmente.

Desde hace poco sabemos que sus legiones de ejecutivos goldmanitas controlan a cara descubierta Gobiernos, ministerios, bancos centrales y otras instituciones públicas en Europa y Estados Unidos. Pero con antifaz y en la sombra, ¿desde cuándo lo llevan haciendo?

Los encontramos en su salsa cuando hablamos de petróleo, vi­vienda o cría de puercos. No sería extraño que estén presentes en negocios tan suculentos como el armamentístico.

En el Estado español, almorzamos con Goldman Sachs. Como ha denunciado el investigador Carles Soler: «Goldman Sachs es propietaria de una de las grandes multinacionales de la restaura­ción colectiva (ISS Facility Services) que en el Estado español sirve 22 millones de comidas anuales».

En comedores de escuelas, hospitales o residencias de la tercera edad, te alimentan para el buen provecho del mismo banco de in­versiones responsable del hambre del siglo XXI. Porque Goldman Sachs no ha descuidado en absoluto el sector agrícola como fuente, no de comida, sino de beneficios económicos.

En 1991 los cerebros de Goldman Sachs, repletos de ideas ju­gosas para las gentes de la bolsa, crearon un instrumento financie­ro que permite a cualquier pájaro invertir sus riquezas en produc­tos básicos como el trigo, el arroz o el café. De lo que se come se cría, y criaron toneladas de beneficios.

Tantas apuestas sobre la ruleta de los mercados de los granos básicos son las responsables de la subida de precios de éstos, y, por lo tanto, responsables de que millones de personas no puedan ad­quirir sus alimentos necesarios.

Desde el año 2000 hasta ahora, sin otras burbujas que inflar, el precio de los alimentos básicos prácticamente se ha triplicado en paralelo al incremento de los activos financieros en estos exquisi­tos platos financieros.

Para Goldman Sachs, invertir en panes y peces en espera de su mágica multiplicación les supone unos beneficios anuales de cinco mil millones de dólares. Mucho dinero que en pocos años daría para solventar el problema del hambre global, pero claro, ése no es su propósito, ése no es su negocio, es todo lo contrario. Fabrican hambre, son hambreadores.

Un nuevo negocio, también hambreador, ha salido al escena­rio: comprar las mejores tierras fértiles para exigirles (hasta su agotamiento) la producción de biomasa, la energía que moverá el mundo y resolverá buena parte de los problemas ecológicos del planeta. Eso dicen, pero es pura farsa.

Y, efectivamente, algunos personajes curtidos en Goldman Sachs ya están en ello. Como Joakim Helenius (y su fondo de inversiones Trigon Agri Fund): que se sepa, lleva acumuladas unas 170.000 hec­táreas de tierras cultivables en la región de tierras negras en Rusia y Ucrania. O Neil Crowder, que con el fondo Chayton Capital ha arrendado para los próximos catorce años 20.000 hectáreas en Zambia.

Abanderando la lucha contra el hambre, más hambre. Abande­rando la lucha contra el cambio climático, más hambre.

Los ABCD de la crisis alimentaria

Son cuatro establecimientos, cuatro bazares como esos que tienen todo lo que puedas imaginar y lo que no. Desde una jarra con for­ma de vaca para servir la leche por sus ubres de cerámica, hasta el siempre imprescindible cazamariposas entre la estantería de ropa íntima y las llaves de ferretería o los sacos de tierra de jardín. Sólo hay una diferencia: mientras que en los malos tiempos estos uni­versos de barrio padecen la crisis como cualquier otro negocio, los ABCD de la comida son cuatro empresas monstruosas por partida doble que, nacidas y crecidas en el regazo de mamá capitalismo y papa desregulación, ganan todo el oro del mundo diciendo que fa­brican comida cuando en realidad se lucran matando de hambre a millones de seres humanos. Y lo hacen desde la invisibilidad.

Cada cierto tiempo, se nos alerta de una nueva subida del pre­cio de los alimentos, con repercusiones que ya contabilizan los ce­menterios de los países más vulnerables, sobre todo en el Sahel. El argumento difundido en 2012 de las malas cosechas que tiene la agroindustria en Estados Unidos ya sabemos que es mitad menti­roso, mitad incompleto. Con timidez la información se nos amplía y centra el tema: el precio de la materia prima sube como en las anteriores crisis alimentarias por las grandes cantidades de cereales que se destinan a fabricar combustibles (¿recuerdan hace seis y sie­te años cuando se advirtió de los inconvenientes de esta nueva tecnología?), por la especulación que de futuras cosechas se hace en las bolsas financieras, y, esto es más novedoso, por la cada vez mayor cantidad de tierra fértil que está pasando de las manos cam­pesinas al patrimonio de bancos, empresas y fondos de inversión.

¿Quién está en todos esos negocios a la vez? ¿Quién hay detrás de la carne, del pan, de la pasta, de la leche... y no lo sabemos? ¿Quién tiene en el mismo local estanterías repletas de agrocombustibles hechos de maíz, lineales con piensos de soja para el engorde de animales y, un pasillo más allá, una mesa con un gestor que ofrece pensiones ligadas a la compra de hectáreas en Etiopía o bo­nos financieros referenciados al precio del trigo? Los cuatro «com­pro, vendo y especulo» de la comida son ADM, Bunge, Cargill y Dreyfus, conocidos como los ABCD de la comercialización de ma­teria prima. Cuatro empresas con sede en Estados Unidos que, si inicialmente consiguieron dominar y controlar el mercado mun­dial de los granos básicos, cereales y leguminosas, han ido am­pliando sus trapicheos a esas nuevas áreas.

Es muy difícil sumergirse en las entrañas de estas empresas y sus infinitas subsidiarias, pero hay dos cosas obvias. Primera, si entre ellas cuatro controlan, como es el caso, el ¡90 %! del merca­do mundial de cereales, y si el mercado no tiene ninguna regula­ción (ni aranceles o cuotas de importación / exportación, ni reser­vas públicas de cereales, ni políticas de precios), y las pocas normas que se dictan son supervisadas por los propios ABCD, son sus de­cisiones las que verdaderamente marcan el precio de dicha materia prima y por lo tanto de todos los alimentos que incluyen arroz, trigo, maíz, etcétera. Segunda, si las ABCD (junto con entidades financieras) han degustado los brutales beneficios que les genera especular con la comida y la tierra de cultivo, como sangre para vampiros, seguirán chupando del hambre de los demás si nadie les pone coto.

Las últimas crisis alimentarias han permitido que la sociedad civil conociera y denunciara cómo la comida y la tierra se han he­cho objeto de especulación. La respuesta que ha llegado de los mo­vimientos campesinos ha sido clara: soberanía alimentaria. Tam­bién ahora hay que responder, y lo que necesitamos no son normas para que los ABCD ganen menos dinero, sino políticas a favor de la soberanía alimentaria para que la alimentación nos llegue de mu­chas, pequeñas y humanas agriculturas. De todo un abecedario ali­mentario.

Fuente: http://www.eldiario.es/sociedad/tragar-soberania-alimentaria-alternativa-agroindustria_0_270523760.html

Un principio táctico básico: No nos enfrentemos al capitalismo
Un principio táctico básico: No nos enfrentemos al capitalismo
martes 1 de julio de 2014

Es comprensible que cuando uno se enfrenta a un monstruo dispuesto a dominarnos la tentación sea volverse para enfrentarse a él cara a cara y combatirlo denodadamente. Esto valdría para describir prácticamente todas las revoluciones y movimientos de liberación habidos hasta ahora, y hay situaciones en las que no se puede evitar actuar así. Pero este no es el modo en que vamos a proceder nosotros. No vamos a enfrentarnos al monstruo consumista-capitalista. Lo que vamos a hacer es, de hecho, ignorar a muerte al capitalismo.

El capitalismo no puede sobrevivir si la gente deja de comprar, consumir y tirar a un ritmo acelerado. Nuestro propósito es ir construyendo gradualmente las prácticas y sistemas alternativos que permitan a cada vez más gente salirse del mainstream, abandonar la sociedad de consumo, y asegurarse cada vez una parte mayor de sus necesidades materiales y sociales a partir de esos sistemas y fuentes alternativos que surjan de sus barrios y pueblos. Esta revolución, no hay duda, trata de la muerte del capitalismo; no obstante puede ser una revolución de tipo pacífico y no-violento, por la cual se vayan desarrollando poco a poco dentro de los viejos sistemas otros nuevos sistemas locales, de pequeña escala y participativos que los reemplacen. A primera vista esto puede no parecer muy plausible, especialmente a la gente de la Izquierda Marxista, pero considerad lo siguiente:

Appfel-Marglin describe el amplio movimiento campesino de los Andes como un fenómeno de origen popular no-confrontativo de (re)creación directa de alternativas. Existe “…una retirada del sistema dominante acompañada de la creación de alternativas al mismo, más que un reto directo” (1998, p. 39). Estos grupos no buscan el reconocimiento de su territorio por parte del estado; eso sería reconocer que el estado tiene autoridad. Él comenta que se consideran a sí mismos anticiudadanos, pero no no-ciudadanos. En el web Relocalize (2009) se puede leer, “A medida que el sistema industrial gira hacia la exclusión… la gente en la base no se está rebelando para tomar el poder en manos de la élite, sino rebelándose para tomar el poder sobre sus propias vidas”.

Los Zapatistas en México parecen darnos un ejemplo paradigmático. No surgen para derrotar al estado mexicano, toman el poder para después construir una nueva sociedad. Simplemente están construyendo su propia sociedad, aunque de vez en cuando tengan que luchar para defender lo construido. Esta es la manera en la que llegaremos al Simpler Way: simplemente empezando a crearlo de las maneras que tengamos a nuestro alcance, aquí y ahora en el lugar donde vivamos cada uno/a. Vandana Shiva y Maria Mies indican que hay posiblemente miles de pueblos en Asia y Latinoamérica tomando un camino muy parecido.

Korten mantiene abierta la esperanza de que podamos “matar al capitalismo de hambre” (1999, p.262). Rude dice: “El objetivo ya no es derrocar al capitalismo mundial en una revolución anticapitalista como en el modelo marxista tradicional, sino más bien dejar el capitalismo atrás mediante la lenta creación de una nueva cultura y economía poscapitalistas que lo sustituyan…” (1998, p.53). Quinn afirma: “Derrotar a la jerarquía es inútil; lo que queremos es simplemente dejarla atrás” (1999, p.65). Buckminister Fuller lo explica de esta manera: “Nunca puedes cambiar las cosas luchando contra la realidad existente. Para cambiar algo, construye un nuevo modelo que deje obsoleto el modelo existente” (citado por Quinn, 1999, p.137).

Por supuesto, la contestación típica de los marxistas en estos casos es decirte que debes luchar contra el monstruo porque si empiezas a suponerle una amenaza significativa te machacará. Ah, pero en la era de la escasez que se avecina, ¿será capaz de hacerlo? Acabamos de entrar en una era en la cual las fuerzas que socavan la legitimidad de la sociedad consumista-capitalista están ganando fuerza. La legitimidad se alimenta de la comodidad y de la complacencia. La sociedad capitalista y de consumo está a salvo sólo mientras mantenga las estanterías de los supermercados repletas y mantenga la falta de cohesión, el desempleo y la injusticia a niveles fáciles de ignorar. Pero la escasez va a hacer pedazos todo eso. Ya ha comenzado a sentirse el creciente temblor en los más acomodados países a causa del fracaso del sistema para proporcionar una calidad de vida y una cohesión, y a causa también de la obscena desigualdad. La crisis financiera que comenzó en 2008 ha sido un puñetazo para la supuesta infalibilidad del libre mercado para corregirse. Aunque estos efectos no serán nada comparados con lo que nos viene encima. Sólo hay que esperar hasta que choquemos con la Punta de 2030: la coincidencia de enormes e irresolubles desabastecimientos de petróleo, agua, alimentos, tierra, fósforo y varios minerales básicos… acompañada de una población en aumento, los efectos del cambio climático y una acelerada descomposición social. Seguramente antes de 20 años veremos colapsos en los sistemas que permiten mantener llenas las baldas de los supermercados. Esta múltiple catástrofe mundial eliminará la capacidad de los superricos para manejar las cosas, y por supuesto la de manejarlas en beneficio de sus propios intereses. El sistema no tendrá capacidad para afrontar estos sucesos. Por tanto no estará en posición de evitar que la gente vote con sus actos. No puede manejar grandes gobiernos, fuerzas policiales secretas o ejércitos sin grandes cantidades de petróleo. No puede tener vigilados e intervenir en cada población y barrio para impedir que plantemos zanahorias y organicemos nuestras cooperativas.

Nunca antes habrán tenido los revolucionarios una oportunidad semejante, tal vacío que ocupar. Durante los 200 años previos los revolucionarios se han alzado contra sistemas industriales, burocráticos y militares que cada vez eran más poderosos y capaces de volver las armas contra los disidentes. Pero nuestro enemigo va a tener una gran dificultad para encontrar los recursos con los que organizar absolutamente cualquier cosa y se tendrá que enfrentar a un enemigo que está en todas partes, con una enorme capacidad de hacer a nivel local lo que quiera e ignorar a las perplejas élites y autoridades. Por tanto el tiempo está en gran medida de nuestro lado. Antes de que trascurra mucho tiempo las circunstancias empujarán a la gente a darse cuenta de golpe de que la sociedad consumista-capitalista no va a proporcionarles lo que necesitan. Nuestra tarea crucial es conseguir montar los sistemas alternativos y llevarlos lo suficientemente bien en el tiempo que nos queda, de tal modo que la gente pueda ver que hay estupendas alternativas, y se acerque para unirse a nosotros.

Lo preocupante es que las crisis de la sociedad consumista-capitalista que se avecinan se produzcan demasiado rápido y sean demasiado graves como para permitir una transición más o menos ordenada. Si los colapsos son demasiado bruscos no podremos lograr a tiempo que el Simpler Way vaya lo bastante bien, y nuestra situación podría caer rápidamente a las condiciones caóticas que viven hoy día algunas regiones del África Central. Los que estamos en el movimiento alternativo debemos en consecuencia laborar todo lo intensamente que podamos para conseguir tener la alternativa lista y funcionando para que pueda ser vista como un bote salvavidas.

Volvamos atrás por un momento y consideremos este asunto desde una pespectiva más filosófica e histórica. Algunas veces suceden cambios profundamente radicales sin necesidad de un conflicto abierto. A veces es más bien como un desvanecimiento de un otrora dominante paradigma, que es reemplazado por uno nuevo que se convierte en popular. Esto es de hecho la norma a nivel de grandes cambios en el paradigma científico (como explican Kuhn y Baker, 2006), y en muchos ámbitos culturales como las artes, la música popular, las costumbres, el estilo y la moda. Una visión o teoría concreta es la dominante durante un tiempo, pero entonces la gente pierde más o menos el interés en ella y se traslada a otra. En la ciencia es raro -si alguna vez ocurre- que un paradigma dominante se abandone porque se demuestre que está equivocado. No va a ocurrir que la corriente psicoanalítica en psicología vaya a ser desbancada o derrotada por la conductista porque esta demuestre que es superior, o al revés. Lo que sucederá, si es que pasa, es que a lo largo del tiempo la mayor parte de los psicólogos acabarán prefiriendo la una o la otra, o una tercera posición. Si una resulta ganadora al final no será como resultado de un proceso que podríamos denominar de lucha abierta por el cual una derrote estrepitosamente a la otra: será en realidad como el progresivo cambio de fase de la Luna.

Algunos de los más grandes cambios revolucionarios que se produjeron en el siglo XX parece que sucedieron de este modo, especialmente los colapsos de la Unión Soviética, del régimen del Apartheid en Sudáfrica y la caída del Muro de Berlín. Todos ellos aparentemente se caracterizaron no por enfrentamientos frontales, cara-a-cara y violentos en los cuales uno de los bandos fue barrido del campo de batalla por el otro, sino más bien fue la gente, votando con sus actos, dejando de apoyarlos, tras largos periodos de un creciente desencanto y creciente consciencia de lo apetecible que eran otras vías. Estos cambios revolucionarios parecen mejor descritos como colapsos debidos a crecientes fallos internos de funcionamiento o por un absoluto desencanto, más que como derrotas en combate mortal con fuerzas opositoras más poderosas. Al final los vastos poderes militares, burocráticos y económicos de los establishments al mando no sirvieron de nada ante la retirada de apoyo, ante la pérdida de legitimidad.

Pensad en cómo se produjo la liberación con respecto a la más poderosa monarquía imperial que ha visto nunca el mundo, una que controló la mayor parte del globo tras luchar en unas setenta guerras para establecer su imperio. ¿Se podría derrotar a tal monstruo brutal y liberarse de él sin una confrontación cataclísmica? Bien, eso fue lo que hicimos con el Imperio Británico. Y si esperamos sólo un poco más veremos a la familia real británica desvanecerse hasta convertirse en poco más que un elemento menor de la industria del entretenimiento. Habrá desaparecido simplemente porque el público en general habrá dejado de fijarse en ellos. Hace sesenta años Gran Bretaña y sus Dominios lucharon en la II Guerra Mundial para defender el Imperio Británico. Australia dio por sentado que aquello era de enorme importancia (Freudenberg, 2008). Pero ahora sólo podemos encontrar el Imperio Británico en los libros de historia y prácticamente no hay persona alguna que tenga el más mínimo interés en él, y mucho menos en defenderlo. Ecoportal.net

Extracto del libro de Ted Trainer “The Transition to a Sustainable and Just World” (2010)

Fuente: http://www.ecoportal.net/Temas_Especiales/Desarrollo_Sustentable/Un_principio_tactico_basico_No_nos_enfrentemos_al_capitalismo